El oso polar (Ursus aritimus), u oso blanco, se encuentra en peligro de extinción, debido al calentamiento global, que afecta a su ecosistema, una vez que al derretirse antes las zonas en las que caza (hasta 3 semanas antes que hace unas décadas), no consiguen almacenar suficiente grasa corporal para pasar adecuadamente el verano, lo que hace que las hembras sean menos fértiles.
Hay que tener en cuenta que, desde el parto, la hembra pasa meses sin comer y dando de mamar a la cría, lo que justifica la falta de fertilidad si no ha logrado almacenar la grasa necesaria. En la última lista de los 10 principales animales en peligro de extinción debido al cambio climático, publicada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en español aquí), el oso polar ocupa el primer puesto de la lista, e indican que, si el cambio continúa su curso actual, la especie va a desaparecer dentro de 75 años.
Este oso, rey del ártico, es un carnívoro que caza y se alimenta de todo tipo de animales en su entorno, excepto zorros y lobos, y en ocasiones ha llegado a atacar animales domésticos en poblados.
Aunque raramente ha atacado al hombre (y esos casos corresponden casi todos a animales heridos previamente por el hombre mismo), hasta hace unos años su caza masiva, incluso desde barcos y helicópteros, hizo descender tanto su número que pasó a especie en peligro de extinción, por lo que se prohibió su caza.
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